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RABDOMANTES

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  • Construir con palabras un puente indestructible, no es siempre camino fácil,no es fácil siempre ni llano; la esclavitud de los hombres es la gran pena del mundo, y junto al poeta camina el hombre; ese hombre que llegó con tres heridas, la de la vida, la del amor, la de la muerte; ese hombre al que ha de ayudar tu alegría, tu canción entre sus canciones; tu canción Lucho, imagen viva de ese niño que desde el corazón le dice adiós, al amor de los marineros, que besan y se van. Si alguna vez mi pecho se detiene, si algo deja de andar ardiendo por mis venas, sé que todavía mi corazón estará rebelde; pues como,Gabriel, como tú, Lucho, como tantos otros; maldigo la poesía concebida como un lujo, maldigo la poesía de quien no toma partido,hasta mancharse; y levanto mi copa por ese día que nunca llega, pero que es lo único de lo que realmente disponemos. Ya vosotros, os digo que escuchéis la voz de este ANDARIEGO chileno,voz que surge de una América que muchos quieren silenciada; la voz de este caminante del mundo, que echó raíz en Valencia; y que cantando los poemas del disco que tienes en tus manos, nos lleva cogidos de su voz, hacia ese mañana, que ya está ahí. ¡Andemos junto a él, compañeros!

    * Texto construido por Vicent Camps, utilizando versos, de los poemas que integran este trabajo

  •  La rabdomancia es ese fabuloso arte milenario que consiste en ubicar depósitos subterráneos de agua mediante las vibraciones de un instrumento. Osea, que esos que se paran en el medio del monte con una pequeña rama en la mano, sienten cómo vibra y luego dicen: ¡amigos, a 80 metros debajo de mí hay un precioso lago azul!, esos, son los rabdomantes. A 13 kilómetros de Santiago de Chile, en San Bernardo, un pueblo conocido precisamente como la “capital del folklore”, nació Luis Humberto Roa, Lucho,músico de guitarra zurcida al cuerpo, canto peleón y una especial capacidad para encontrar melodías en las vísceras del poema. Creció bajo la tremenda dictadura de Pinochet, tarareando bajito, como se podía. Durante todos esos años de horror, guardó en la mochila tantos sueños que, cuando la balanza del nuevo gobierno dijo que estaba excedida de peso, a Lucho le agarró tal desazón, que miró en las alturas el listón de Chicho y se mandó a mudar. En Valencia arrancó como albañil, arte que abandonó, con los hombros morados, el mismo día que se reconcilió con la guitarra. Desde entonces, han pasado más de once años y esta hormiguita andina ha ido caminando despacio y sin torcerse: ha dicho aquí estoy en un sin fin de actos populares, ha ido cantando sus sueños latinoamericanos; ha recordado en cada esquina al enorme Víctor Jara, ha ido descubriendo deliciosas melodías en las obras de Neruda y Benedetti, para llegara convertirse a esta altura en uno de los mayores rabdomantes de la ciudad. Porque Lucho es, sobre todo, eso, un rabdomante, que pone la varita en el lomo del libro, la siente vibrar y dice: ¡aquí,amigos!, ¡aquí hay música! Y si no, que lo diga él: “mi trabajo se ha desarrollado siempre musicalizando poemas y descubriendo todo lo que es la música que no está escuchada”. A veces siente frío y preferiría no cantar para un público privado. Canta así,escuchen: “hoy recuerdo a mis amigos, Valparaíso, puerto amor”. Después de brindar con los amigos, los buenos rabdomantes jamás se olvidan de que el último traguito de vino debe ser devuelto a la tierra. 

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